Environmental Justice Statement against the War on Irak (in Spanish)

May 5th, 2003 - by admin

by The Environmental Justice Movement –

Los participantes en la reunión de trabajo de justicia ambiental “Moving the Movement to Scale” celebrada en Airlie House, Warrenton, Virginia, del 27 al 31 de marzo de 2003, expresan su agradecimiento a Asian Pacific Environmental Network por proporcionar la base para esta declaración. Los participantes afro-americanos, latinos y nativos americanos aportaron para hacer de ésta una declaración de redes, organizaciones comunitarias, institutos, individuos y aliados dentro del Movimiento de justicia ambiental manteniéndose en solidaridad en oposición a la guerra en Irak.

DECLARACIÓN DE JUSTICIA AMBIENTAL
EN OPOSICIÓN A LA GUERRA CONTRA IRAK

(31 de marzo de 2003) — Las siguientes redes, organizaciones, institutos, individuos y aliados del movimiento de justicia económica y ambiental se oponen a la guerra contra Irak conducida por Estados Unidos. Manifestamos que esta guerra es racista e injusta, y que está siendo conducida por un programa político y corporativo de Estados Unidos que busca obtener el control económico global a costa del sufrimiento humano y del daño ambiental. Nuestra oposición a esta guerra refleja nuestro profundo compromiso para desarrollar liderazgo y poder basados en la comunidad para contrarrestar y finalmente transformar las estructuras y procesos que continúan promoviendo la militarización y la violencia, en sus diferentes maneras, en nuestras comunidades.

Muchas de las comunidades asiáticas y de las islas del Pacífico dentro del movimiento de justicia económica y ambiental, comprenden perfectamente los costos y los impactos de la guerra de los Estados Unidos. Las cicatrices de la guerra viven en nuestra memoria actual e histórica: desde la reclusión de los japoneses en la Segunda Guerra Mundial hasta la Guerra de Vietnam que se extendió a Laos. Como comunidades de inmigrantes y refugiados en este país, hemos vivido la guerra en carne propia, que desgarra nuestras familias, países de origen, culturas y sustento. Muchos de los que huimos de nuestros países de origen, lo hicimos para encontrar refugio de los terrores de la guerra. Muchos en nuestras comunidades tienen miedo y confusión; muchos saben que ésta es una guerra injusta. No queremos que se repitan esas experiencias ni sus impactos desastrosos en nuestras comunidades.

El hecho de que los negros pelearon y murieron desproporcionadamente en la guerra racista contra Vietnam, es parte de un recuerdo histórico de los afro-americanos.

Hemos peleado y muerto en otras grandes guerras de Estados Unidos en el extranjero, sólo para regresar a casa al racismo, a la desigualdad, represión y violencia racista; a la brutalidad policíaca, a un injusto sistema institucional jurídico, a la segregación racista de la era de Jim Crow y a la pobreza y desigualdad económica. Los afro-americanos tienen una gran desconfianza y sospecha acerca de los motivos de EE.UU. de librar guerras en el extranjero principalmente en contra de la gente de color y en naciones menos industrializadas, y esto se debe a la experiencia histórica de los negros en EE.UU. y a la política exterior de este, que ha incluido apoyo de segregación racial en África, el Caribe, América Latina y Asia. Esto es válido hoy en tanto que el gobierno del presidente Bush libra una guerra injusta e innecesaria contra el gobierno y la gente de Irak. Al igual que otras personas en Estados Unidos opuestas a la guerra en Irak, la mayoría de las comunidades negras están demostrando su oposición a la guerra en Irak y piensan que los motivos del presidente Bush son deshonestos y equivocados.

Los latinos en el movimiento de justicia económica y ambiental están vehementemente opuestos a la guerra en Irak. Actualmente, los latinos son el sector de mayor crecimiento en Estados Unidos, y como pueblo, han vivido la realidad de las políticas como la de Seguridad Nacional de Estados Unidos, bajo políticas de inmigración represivas, por más de 20 años. Nuestra gente está sobre-representada tanto en las fuerzas armadas como en el sistema penal. Nuestros jóvenes son atraídos al servicio militar con promesas falsas de dinero para la educación y, por esta captación intencional de nuestra juventud, es que nos hemos vuelto la fuente principal de carne de cañón. En la isla de Vieques, Puerto Rico, la Marina de Estados Unidos inició una campaña de expropiación forzada de territorio y ha mantenido a toda la población bajo ocupación para llevar a cabo maniobras de entrenamiento militar y bombardeos que ayudan a su intervención militar mundial.

El pueblo latino está preocupado porque si los militares se llegaran a ir, podrían rehusarse a asumir la responsabilidad no solamente por la limpieza y la mitigación de los daños ambientales, sino que también podrían rehusarse a compensar la privación que por generaciones han sufrido. Nuestra experiencia de carne propia es “ser el blanco” de la desestabilización intencional de nuestros países latinoamericanos por los Estados Unidos por medio del apoyo a los gobiernos títeres neoliberales colocados para promover un nuevo orden mundial. Estas políticas conducen al ataque de inocentes con armas de fuego por agencias como el Servicio de Inmigración y Naturalización de Estados Unidos, la milicia gubernamental, las fuerzas armadas de Estados Unidos y recientemente por las milicias paramilitares organizadas por personas de la raza blanca y que se hacen llamar Gente por la Seguridad Nacional en la frontera México/Estados Unidos en Arizona.

Los nativos americanos han experimentado históricamente la ira de la estrategia tipo militar “impacto y temor” desde el comienzo de la colonización de Estados Unidos. Los pueblos nativos tienen una larga historia de persecución por las fuerzas armadas incluyendo prácticas genocidas y políticas de exterminación, terminación, asimilación y subversión de nuestras culturas y la denegación de nuestro derecho colectivo a la autodeterminación.

La crisis ambiental actual que surge del militarismo y a la que hacen frente nuestras comunidades, incluye la degradación y el envenenamiento de nuestros recursos naturales y territorios, la pobreza económica y la creciente amenaza a nuestras fuentes tradicionales de alimentación. Los nativos americanos y los nativos del Pacífico han sido históricamente el blanco del colonialismo nuclear por parte de los Estados Unidos, desde la extracción de uranio hasta las pruebas, la investigación y el bombardeo de nuestras comunidades y territorios, incluyendo los océanos. EE.UU. tienen un historial de guerra bioquímica contra nativo americanos por emisiones de mantas infestadas de viruela en los años 1800, a nuestros pueblos.

A pesar de las brutales y crueles masacres de Estados Unidos hacia los nativos en Sand Creek, Wounded Knee y en muchos otros lugares, incluyendo el derrocamiento del imperio nativo en Hawai, tenemos que reconocer que los nativos americanos se han registrado y han formado parte de las fuerzas armadas de Estados Unidos en un porcentaje más alto que el de cualquier otra población en el país. Además los soldados nativo-americanos tuvieron papeles significativos como lo fue en el caso de los interruptores en idioma nativo durante la Segunda Guerra Mundial. Los nativos americanos del continente, de Hawai y de los territorios del fideicomiso del Pacífico, se oponen a la guerra de Irak y se mantienen en unidad con otros en el movimiento de justicia económica y ambiental.

A partir del 11 de Septiembre, miles de inmigrantes de Asia, África y el Medio Oriente han sido injustamente perseguidos, detenidos o deportados en nombre de la “seguridad nacional”. También hemos sido testigos de cómo miembros de nuestra comunidad han sido alentados a crear divisiones entre la comunidad al actuar como espías contra cualquiera que se sospecha de ser antipatriota.

Como redes, organizaciones, individuos, institutos y aliados del movimiento de justicia económica y ambiental, entendemos las consecuencias ambientales, sociales y económicas de la guerra. Los miles de millones de dólares gastados en la guerra es dinero que nunca será utilizado para financiar y cubrir las necesidades humanas básicas. La gente de color y los nativos serán los más golpeados por las políticas económicas, sociales y ambientales de un estado avanzado de guerra de Estados Unidos. Además, nuestras comunidades están experimentando los efectos del déficit presupuestal de las tribus financiado en gran escala por los estados y la federación, y recursos que podrían ser utilizados para proveer alimentación, vivienda, educación, servicios de salud y otros servicios que están siendo reorientados en gran medida hacia esta guerra.

La política de Estados Unidos sobre la guerra es un ataque a las libertades y a los derechos civiles y es una política que promueve el racismo ambiental. El creciente militarismo significa armas contaminantes e instalaciones militares de producción industrial y la disposición de sus desechos terminará desproporcionadamente en nuestras comunidades. La producción y uso de armamento de uranio empobrecido en comunidades no informadas y en soldados expuestos en Irak, dejará un daño químico y de radiación a largo plazo, que tendrá efecto sobre la salud humana y ecológica por generaciones.

Esta guerra es la continuación de una larga historia de militarismo, agresión y genocidio, sobre las cuales se fundó este país; y reconocemos que la guerra y el militarismo impactan diferentes partes de nuestras comunidades en diferentes maneras. Los valores geopolíticos y racistas que dieron origen a la colonización por parte del viejo mundo son los mismos que subyacen en la guerra ejercida por el complejo militar-industrial de Estados Unidos contra la gente de Irak. Estamos observando el papel de la guerra como el medio justificado para intensificar la opresión sistemática basada en raza, religión y comunidad; y para minar las libertades civiles como lo hemos visto en los ataques a los árabes, asiáticos del sur y musulmanes.

Vemos que detrás de esta guerra hay un programa de ambición y poder. El motivador principal para la guerra en Irak es el programa político de Estados Unidos para avanzar la globalización económica y controlar y consumir los recursos mundiales. Dado que el Medio Oriente, que incluye a Irak, es una de las regiones de mayor producción de petróleo del mundo, el gobierno del presidente Bush tiene la esperanza de obtener el completo control y poder de la economía petrolera de esta región y, por consiguiente, el control de la economía mundial. Reconocemos los resultados destructivos de una economía basada en combustibles fósiles, no sólo en la salud de las personas sino también en el clima del planeta. Además del petróleo, los extensos recursos hidráulicos en Irak son un activo en la ecuación del poder político y económico. En su persecución rapaz por el dominio mundial, los Estados Unidos, a través de su política exterior, está subvirtiendo los derechos humanos y las libertades fundamentales de las personas y de las culturas de todo el mundo. En estos tiempos, nos mantenemos firmes en defensa de los Principios de Justicia Ambiental (1991)* y reconocemos que esta guerra infringe explícitamente estos principios, especialmente los siguientes:

Principio 1: La justicia ambiental afirma la santidad de la Madre Tierra, a la unidad ecológica y la interdependencia de todas las especies, así como el derecho a que no se destruya la ecología.

Principio 5: La justicia ambiental afirma el derecho fundamental de la autodeterminación de los pueblos en política, economía, cultura y medio ambiente.

Principio 10: La justicia ambiental considera las acciones gubernamentales de injusticia ambiental como una grave falta a la ley internacional, a la Declaración Universal de Derechos Humanos y la Convención de las Naciones Unidas sobre Genocidio.

Principio 15: La justicia ambiental se opone a la ocupación militar, a la represión y a la explotación de tierras, pueblos y culturas, así como de otras formas de vida.

La guerra y el militarismo incrementan directamente la violación, la explotación sexual de niños, niñas y mujeres; y la violencia generalizada contra niños, niñas y mujeres, incluyendo la explotación extremada de su mano de obra. Las mujeres son el núcleo de nuestras familias, comunidades y naciones. Reconocemos que las mujeres y los niños no son daño colateral: son las principales víctimas de la guerra. Más aún, las mujeres y los niños comprenden la mayoría de la población de refugiados en el mundo.

La juventud, particularmente la juventud pobre, de clase trabajadora y de color, es víctima de la guerra y el militarismo a través del enlistado forzado, el reclutamiento por incentivos económicos y puestos en los frentes de batalla.

Nos oponemos al uso de nuestro valioso presupuesto público para apoyar esta guerra y recomendamos a nosotros mismos transformar el desequilibrio de poder en la elaboración de políticas públicas. Una política publica de los EE.UU. que le da mayor valor al apoyo del poderío industrial y al subsidio de las ganancias corporativas, que a asegurar el derecho de la gente a la educación, la vivienda, la alimentación adecuada, la seguridad, a un medio ambiente sostenible y a la calidad de vida. Desafiamos el poder de toma de decisiones en manos de unos pocos.

Es en tiempos como estos que reconocemos y reafirmamos la importancia de nuestro trabajo de base para la justicia y la paz en las comunidades nativas, de ingreso bajo y de gente de color. Y reconocemos y reafirmamos la necesidad del trabajo de nuestras organizaciones aliadas y de otros que construyen modelos alternativos y estrategias en comunidades alrededor del mundo, que amplían nuestras nociones de esperanza, compasión, o sentido comunitario y nuestra sensibilidad de lo que es posible.

Alzamos nuestras voces para protestar esta guerra y nos unimos a los crecientes millones de personas que por todo el mundo claman por la paz. Hacemos un llamado al fin inmediato de esta guerra y hacemos un llamado por un movimiento que detenga el programa de guerra doméstico y del extranjero del gobierno del presidente Bush en su búsqueda de poder político y económico global. Reafirmamos nuestro compromiso a la protección de nuestra sagrada Madre Tierra y en la capacidad de los pueblos de diversas culturas para buscar paz por medio de la diplomacia, la comunicación abierta y los mecanismos culturales para la solución de los conflictos. Le invitamos a que se una a nosotros y a que exprese públicamente su oposición a esta guerra y su apoyo por la paz.

* Los 17 puntos de los “Principios de Justicia Ambiental” son de los resultados de la primera cumbre de liderazgo ambiental de First National People of Color, llevada a cabo del 24 al 27 de octubre de 1991, en Washigton, DC